ULTRA DE GREDOS: EL VALOR DEL SILENCIO
Desde
que me enteré que habría un ultra en Gredos, supe que estaría, aunque…no se lo
dije a nadie. Maduré la idea, la asimilé
y cuando me sentí preparada, al estilo
“zorrete” me apunté. Quedaba mucho, casi un año diría yo, y había otros
objetivos que atender antes de encararme con este, asique pensé, de momento me
apunto y…ya veremos. Tras un tiempo de silencio, (lo justo para asimilar) se lo
dije a Davi, luego a Chuchi y finalmente apunte en un papel “PODIUM EN EL
ULTRA”. Lo quité de la vista, (tanto que
a día de hoy no sé dónde está) pero no del pensamiento y me puse a otros
menesteres.
Pasé
el año mirando otros objetivos y llegó el verano sin ninguno, excepto el
mantenerme entera a pesar de trabajar en mis vacaciones. Agua de Navalguijo diaria, trote cochinero
matinal y ratos pasa pensar en todo, menos en correr de más.
Final
del verano y un mes y medio para preparar un ultra…puff, puff. Como dice Rubén…
“se me amontona la faena”.
Afortunadamente la inercia del trabajo, la constancia y la fortuna de estar con
personas de gran valor, hace que algo siempre se pegue. Las tornas habían
cambiado y el objetivo del Ultra era sobre todo disfrutar, correr con Chuchi,
Tinín y Javi y por supuesto disfrutar.
Así
las cosas, pistoletazo de salida y…comenzamos a subir. Estos meses de estrés me
pedían silencio, descanso de ruido y solo quería correr, correr en silencio
para escuchar mis pensamientos, esos…que no vienen de la cabeza. Correr cuesta
arriba hasta que me falten fuerzas para
pensar, literalmente pensar con la cabeza.
Mi teoría es, que la sangre se la llevan los músculos y la cabeza se
queda liberada, entonces solo sientes, solo corres y ahí, estás en paz…sola y
en silencio, en paz. Para el caso esta vez, Chuchi y su bocina no respetaban
esta paz y más bien nerviosa, sobre el kilómetro 20 se me planteó el ULTRA
dilema.
Una
voz, a la que en ese momento hubiese preferido no escuchar, me gritó -“vamos que vas cuarta y las tienes ahí
mismo”- “No me jodas” – pensé. “Yo a eso…no he venido”. El papel del Pódium estaba guardado,
olvidado…”¡¡¡¿Dónde estará ese dichoso
papel que tanto poder tiene?”!!! “Y ahora… ¿qué hago?” Dudé hasta el km 30
notando tensión, una tensión que era solo mía y que no era justo compartir con
quien solo quería disfrutar. Tomé la decisión en silencio y la compartí con
Javi. “Quédate tú Javito, yo…lo voy a
intentar”
Mal
momento para quedarme sola, pero...ya estaba decidido. Los Galayos desde donde estaba, aún se
intuían y…tenía que visitarlos. Trepadas, resbalones, y pendiente desfavorable.
Me perdía del balizaje al no levantar la vista del suelo. El lomo “doblao” y el
corazón en las sienes me encendían la luz roja, pero…no iba a frenar. Ratos de
descoordinación y en los últimos 100m desánimo, pero sin plantearme claudicar.
Entrada
por una pequeña portilla y sin tiempo para celebrarlo, me encuentro arriba con
niebla y viento. “Sorpresa” me dije sola y en voz alta. No iba a ser tan fácil... Rato de cresteo hasta ojear La Mira y
otra vez para mí y verbalizando en alto “no
me jodas que hay que subir hasta allí”.
Una
hilera de gente encaraba el pico, aunque afortunadamente no tocamos punto
geodésico, (eso que se llevaron mis piernas). Sube, llanea, sube, llanea, sube,
llanea… me prometí en la última subida y por primera vez que “Si me ponen otra en dirección al cielo, me
voy a autobús y aquí hemos terminado”. Afortunadamente comenzó el llaneo y
vi de lejos la que iba tercera. Terreno técnico y suelto…”si se mantiene el relieve la cojo”. A escasos metros de una nueva
subida, recuperé la moral de la visita a Galayos, y olvidé la promesa anterior.
Estaba
en pódium, pero a 20km y sola… sola y en
silencio. Poco a poco el terreno favorable me acercó sin saberlo a un grupo
desunido y una pequeña pendiente descendente me dejó en el avituallamiento del
Km 38 donde estaba un poco más cansada que yo, la que iba segunda.
Ni
paré, bebí y marché. Me dijeron que sólo quedaba Silvia y lejos. Km 45 clic de
control de chip y bajada de las mías. Por primera vez me vengo arriba. Técnico,
mojado, de piedra suelta y trampaleras…lo tenía que intentar. Solo pensaba en
Javi y Chuchi, en Rubén, y en la meta dónde estaban Mariu y Davi. A priori la
cuesta abajo se inclinaba a mi favor y de repente y de fondo Silvia.
Paso
rápida y la saludo, parece que intuye la
fuerza que he recuperado y casi ni me planta cara… A partir de ahí era sumar y
restar. Sumar kilómetros, restar metros de desnivel, eso sí con más presión de
la que me hubiese permitido disfutar.
Laaaaaarrga
bajada, dura y técnica con algún momento de duda en las balizas. Fatiga
nerviosa y muscular y mis primeras lágrimas. No me siento positiva y noto que
ya…no me apetece estar allí. Mis preguntas se suceden -¿Para qué? - De verdad… ¿era necesario? - Así…No –
El
orgullo tiraba de mí, tras dejarlos atrás, no podía decepcionarlos. Pensaba
además que Davi, se sentiría contenta y…seguía. Despotricando de mi mala
gestión de las fuerzas, me fui acercando a la meta hasta que con mucho esfuerzo
conseguí entrever el pueblo y la cuesta que por la mañana nos había recibido
con una buena rampa. Miré atrás y en mucho…me veía sola. Ahora sí…podía llorar.
Hasta meta lloré mucho, sola y sin hacer
ruido. Con el valor del silencio.